jueves, 12 de julio de 2007

José Antonio Muñoz Rojas - Las cosas del campo


¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como

las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial don-
de menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que
nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos
conociendo como el cuerpo de una enamorada, distingui-
mos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la
esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barran-
cos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus cami-
nos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocul-
tos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te
he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo.
En la más dura coscoja, en la mantilla más oculta, en vuelo
y en terrón, en todo te he buscado.

Eres un río de hermosura pasando, sonando, ajustándo-
te a la noche, al día, a la estación. Por ti siento pasos anti-
guos, correr sangre de esta misma de mis venas. Todos somos
como tú, algo que ni empieza ni acaba, como la hermosura
o estos olivares cuyo fin nunca alcanzan mis ojos.

Y esperamos. A veces es algo áspero este roce del cora-
zón. Todo por fuera está inmutable y algo por dentro roza.
¿Qué será? Un gran aletazo del amor nos sacará a su luz.
Quedará todo limpio. Allá en nuestro rinconcillo, el amor
sigue. Oh campo, esta hermosura no tiene página ni espejo
y sólo, a veces, se deja seducir por el temblor de la palabra,
por la insinuación de la poesía. Pero, ¿recogerte, encerrar-
te? ¿Quién pone puertas al campo?

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para escuchar… Antonio Birabent - Nocturno de Princesa


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