martes, 24 de julio de 2007

Roger Wolfe - Cuando me aburro


"A veces cuando me aburro pienso en maneras de

morirme. Bueno, no necesariamente cuando me
aburro. Esas ideas me vienen a veces. No es pensar en
muerte, sino en maneras concretas de morirse.

Voy por un supermercado lleno de gente un
viernes por la tarde, empujando el carrito, y me viene el
flash: ¿y si me desplomo aquí mismo, entre toda
esta marabunta de compradores, y me muero?
Intento
imaginar lo que haría esa chica de ahí delante, aquella
mujer gorda de allí detrás, el hombre ese calvo y con
gafas que examina ahora mismo un tarro de
mermelada, alzándolo hacia la luz. Y los niños. Cómo
reaccionarían los niños. Pensarían que era una broma, supongo.

Hay tantas maneras de morirse. Están las de
siempre: cáncer, infarto, pancreatitis, apéndice
rupturado, embolismo pulmonar. Y las de origen
traumatológico: accidentes de coche, despeñamientos,
caídas del balcón mientras tiendes la ropa, o a causa de
una tremenda borrachera. O cortado en pedazos por
una máquina de segar. O tragarse un hueso de pollo y
asfixiarse. O una herida mal curada. O un berrinche
que te hace estallar una vena o te abre definitivamente
la úlcera.

Todos nos vamos a morir. ¿Cuándo llegará el
temido momento? No lo sé. Podría ocurrir aquí
mismo, mientras escribo. O encendiendo una mañana
un cigarrillo y abriendo las venecianas para que entre
la luz del sol.
Me quedaría tirado probablemente en medio
del suelo. Un hilillo de saliva, tal vez, colgándome de
la comisura de la boca. Y la colilla, humeando en la
alfombra. Creando un círculo negro y chamuscado a su
alrededor."

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para escuchar… Roger Wolfe - Cuando me aburro

lunes, 23 de julio de 2007

Luis García Montero - Problemas de geografía personal


Nunca sé despedirme de tí, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.

Nunca se despedirme de tí, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.

Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.

Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.

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para escuchar… Xavier Alfonso - Dust in the wind

domingo, 15 de julio de 2007

Andrés Trapiello - El jardín de la pólvora


"El melancólico no sueña, recuerda.

La melacolía es un sueño de la memoria"

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para escuchar… Kevin Johansen - Volutas de Humo

jueves, 12 de julio de 2007

José Antonio Muñoz Rojas - Las cosas del campo


¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como

las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial don-
de menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que
nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos
conociendo como el cuerpo de una enamorada, distingui-
mos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la
esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barran-
cos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus cami-
nos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocul-
tos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te
he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo.
En la más dura coscoja, en la mantilla más oculta, en vuelo
y en terrón, en todo te he buscado.

Eres un río de hermosura pasando, sonando, ajustándo-
te a la noche, al día, a la estación. Por ti siento pasos anti-
guos, correr sangre de esta misma de mis venas. Todos somos
como tú, algo que ni empieza ni acaba, como la hermosura
o estos olivares cuyo fin nunca alcanzan mis ojos.

Y esperamos. A veces es algo áspero este roce del cora-
zón. Todo por fuera está inmutable y algo por dentro roza.
¿Qué será? Un gran aletazo del amor nos sacará a su luz.
Quedará todo limpio. Allá en nuestro rinconcillo, el amor
sigue. Oh campo, esta hermosura no tiene página ni espejo
y sólo, a veces, se deja seducir por el temblor de la palabra,
por la insinuación de la poesía. Pero, ¿recogerte, encerrar-
te? ¿Quién pone puertas al campo?

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para escuchar… Antonio Birabent - Nocturno de Princesa